fatima bosch

Analiza en línea

Por Mariel Álvarez

El triunfo incómodo de Fátima Bosch en Miss Universo 2025

La coronación de Fátima Bosch como Miss Universo 2025 en Bangkok debería haber sido un motivo de celebración nacional. Sin embargo, lo que en otros tiempos habría sido un triunfo incontestable de belleza y talento, hoy se percibe como un episodio más en la larga novela de poder, negocios y política que atraviesa a México. La corona brilla, sí, pero el reflejo que proyecta es incómodo.

Bosch no es una desconocida. Es hija de Bernardo Bosch Hernández, ingeniero que ha trabajado por más de 27 años en Petróleos Mexicanos (PEMEX), donde actualmente funge como asesor del director general de Pemex Exploración y Producción. A este señor lo han señalado en medios por su presunta influencia en el triunfo de su hija en Miss Universo 2025. Su trayectoria dentro de PEMEX y los contratos vinculados al certamen han generado controversia, especialmente después de que el portal oficial de la petrolera fuera el primero en felicitar públicamente a Fátima tras su coronación

Pero Fátima es además sobrina de Mónica Fernández Balboa, quien fue senadora por Morena y actualmente es directora del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado (INDEP).

Mónica Fernández Balboa es una figura relevante dentro del gobierno de la Cuarta Transformación. Su parentesco con Fátima Bosch ha generado atención mediática tras el triunfo de la joven en Miss Universo 2025, especialmente por los vínculos familiares con PEMEX y con empresarios ligados al certamen. Además, Fernández Balboa tiene una historia personal vinculada a los concursos de belleza: fue Flor Tabasco en 1984, y además es una política con acceso privilegiado al gabinete federal, su nombre estaba marcado por la influencia mucho antes de que pisara la pasarela.

En un país donde los vínculos familiares suelen abrir más puertas que el mérito,, su victoria ha sido interpretada como la confirmación de que la belleza también puede ser un asunto de Estado.

El hecho de que el portal oficial de PEMEX fuera el primero en felicitarla, como si se tratara de un logro institucional, no hizo más que reforzar la percepción de que la corona se ganó tanto en los despachos como en el escenario.

A todo esto, súmenle que el director de Miss Universo México, Jorge Figueroa, está ligado a la industria de los casinos, ha sido señalado como el gran arquitecto de la carrera de Bosch. Su cercanía con la familia y los contratos millonarios que su grupo ha obtenido con la petrolera estatal levantan sospechas de favoritismo. En un país donde los concursos de belleza han sido históricamente escaparates de glamour, la sombra del dinero fácil y las relaciones empresariales ha convertido el certamen en un tablero de intereses.

 Jorge Figueroa, también conocido como George Figueroa ha estado al frente de la organización nacional durante el certamen de 2025, en el que Fátima Bosch se coronó como Miss Universo. Su gestión ha sido objeto de controversia por presuntas irregularidades, conflictos con participantes y un enfrentamiento público con el director de Miss Universo Tailandia, Nawat Itsaragrisil, sí, ese que le dijo tonta a Fátima, pero que además le dijo que pronto detendrían al director de Miss Universo México, y no se equivocó, pues lo detuvieron y encerraron en Tailandia por operación recursos ilícitos.

El certamen nacional: un campo de batalla

Pero, la polémica no comenzó en Tailandia, sino en México. Durante el concurso nacional, Bosch protagonizó un enfrentamiento con Miss Jalisco y otras 27 participantes que denunciaron irregularidades en la organización. Las acusaciones iban desde favoritismo descarado hasta cambios de reglas de último minuto. Lo que debía ser una competencia de talento y presencia escénica se convirtió en un campo de batalla donde las participantes reclamaban transparencia y justicia.

El resultado fue un certamen fracturado, con un grupo de concursantes inconformes y un público dividido. La victoria de Bosch en ese contexto no fue vista como un triunfo legítimo, sino como la confirmación de que el poder pesa más que la pasarela; lamentablemente las dudas se extienden hasta Miss Universo internacional, pues incluso dos jueces renunciaron antes del certamen acusando que “no pidían actuar libremente” y que por eso se retiraban.

Ahí en Bangkok, el triunfo de Bosch se vio empañado por un enfrentamiento con el director de Miss Universo Tailandia. Dos jueces renunciaron en protesta, alegando presiones indebidas en las calificaciones. La credibilidad del certamen quedó en entredicho, y las acusaciones de manipulación se multiplicaron.

El golpe más fuerte llegó con la detención del director de Miss Universo México en Tailandia, acusado de corrupción y operaciones con recursoso ilícitos. La noticia corrió como pólvora y convirtió la coronación en un espectáculo de escándalo internacional. Lo que debía ser una fiesta de belleza se transformó en un caso de estudio sobre cómo los intereses políticos y económicos pueden infiltrarse en cualquier escenario.

Una corona bajo sospecha

La victoria de Bosch, más que símbolo de belleza, se ha convertido en metáfora de cómo los certámenes pueden ser cooptados por intereses ajenos a la competencia. Su triunfo abre un debate incómodo: ¿qué pesa más en Miss Universo, la elegancia de la pasarela o la influencia de los despachos?

En un país donde la política se infiltra en todos los ámbitos, la corona de Bosch parece menos un reconocimiento a la gracia y el talento, y más un trofeo político. El brillo de las joyas no alcanza a ocultar las sombras que la acompañan.

Pues entre dudas y diretes, Fátima Bosch se convierte en la cuarta MIss Universo mexicana, pero nunca hubo tantas dudas; pero al fin y al cabo, ella ya es la reina de belleza y lo que ella hizo en la pasarela, no se le puede atribuir a nadie más que a ella; ahora deberá mostrar que sí merece ser la reina más bella y más inteligente del mundo.

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